Este artículo, publicado originalmente en inglés por The Reader, está disponible en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).
Por Maya Dukmasova
Desde que las protestas en contra del asesinato de George Floyd en Minneapolis a manos de la policía gatillaran un ajuste de cuentas sobre el racismo y la supremacía blanca en casi todas las industrias, empleados de empresas a lo largo de todo el país han comenzado a exigir cambios en la cultura corporativa que ha hecho que personas de distintas etnias, especialmente afroamericanos, se sientan poco bienvenidas, desvaloradas, y en varias ocasiones, sean mal pagadas. La industria inmobiliaria no es una excepción.
En septiembre, el Reader recibió dos denuncias, una presentada ante la Comisión de Relaciones Humanas y la otra ante el Departamento de Derechos Humanos de Illinois, donde se detallan discriminación y dichos racistas por parte de gerentes de alto rango en la empresa Pangea, una de las corporaciones inmobiliarias más grandes de Chicago. Hasta el comienzo de la pandemia del coronavirus, la empresa era una de las más prolíferas en Chicago en presentar casos de desalojo de departamentos. Sus inmobiliarias se concentran principalmente en vecindarios afroamericanos en los lados sur y oeste de la ciudad y en los suburbios cercanos. Las propiedades suman 9,400 unidades en 492 edificios. La compañía también es dueña de miles de otras unidades en Indianápolis y Baltimore.
Las denuncias fueron presentadas por Armando Magana, de 45 años, el supervisor jefe de mantenimiento en Chicago quien había trabajado en la empresa desde 2010. Se ha desempeñado en varios cargos y ha recibido promociones y bonos, más recientemente en febrero, escribe Magana. “A pesar de mi desempeño excepcional, Pangea me ha discriminado repetidamente por mi etnia hispana y mi origen mexicano. Durante mi empleo, Pangea también me ha sometido a un ambiente de trabajo hostil basado en numerosas burlas y comentarios despectivos hechos por los gerentes y ejecutivos de Pangea con respecto a mi origen étnico y nacionalidad”.
La queja de Magana incluye varios ejemplos de comentarios por parte del vicepresidente de operaciones Derek Reich y el director ejecutivo Pete Martay. Afirma que en 2017, Reich “me dijo que debería evitar que me vieran trabajando con un colega afroamericano si no quería que me vieran de la misma manera que ese nigger (negro) holgazán’”.
Magana detalla dos ocasiones en 2018 en las que Reich “sugirió contratar ‘ilegales’ porque aceptarían menos compensación” y se resistió a las recomendaciones de Magana sobre cuáles empleados deberían recibir aumentos de sueldo, presuntamente diciendo: “¿No son ilegales esos tipos?”
Además, en las acusaciones, Magana relata acerca de una reunión en 2019 en la que supuestamente se conversó sobre la administración de un edificio recién adquirido cerca de la Universidad de Loyola en el lado norte de la ciudad. “Mi colega afroamericano preguntó, ‘quién administrará el edificio’, a lo que el Sr. Reich respondió, ‘nunca han visto a un gerente regional de tu especie en esa área’. Le pregunté sobre el acceso a la azotea, a lo que el Sr. Martay dijo: ‘Sí, puedo imaginarme a Armando apareciendo con su bote de basura y diciendo: ‘Hola, soy Armando, el conserje que les viene a limpiar’”.
Más tarde ese año, Magana asegura que “se reunió con el Sr. Reich en una propiedad que Pangea había comenzado a administrar recientemente. Durante una discusión sobre las asignaciones del personal, el Sr. Reich comentó que ‘los mexicanos son para la custodia y el mantenimiento, los negros para la administración de la propiedad y los blancos para las oficinas, eso es todo’. “Al mes siguiente, Magan testifica que Martay le dijo frente a otros empleados: “Debería hacerte sacar tus malditas herramientas y hacerte limpiar la mierda de las malditas tinas, como solías hacerlo”.
Magana escribe en su denuncia que había informado sobre los “comentarios despectivos” de Martay a Reich y los comentarios de ambos supervisores a la gerente de recursos humanos de Pangea, Lori Bysong, así como al director financiero de la empresa, Patrick Borchard, y al cofundador y ex director ejecutivo Steve Joung. “El Sr. Joung me escuchó, luego respondió diciendo que dudaba que estuviese ocurriendo discriminación en el lugar de trabajo”.
Magana afirma en la denuncia que a fines de 2019 también tuvo una conversación con el gerente de operaciones de Pangea, Sean McQuade, sobre la contratación y pago de nuevos trabajadores, solicitando un salario de $22 por hora para uno de ellos. “El Sr. McQuade respondió preguntando ‘¿Sabes si es ilegal? ¿Crees que tiene papeles?… ¿Crees que este tipo vale $22 la hora?’” Una vez más, Magana afirma que reportó esos comentarios a recursos humanos, y a la abogada de la empresa Pangea, Jennifer Dean, entre otros supervisores.
“A pesar de haberme quejado en múltiples ocasiones directamente con varios miembros de la gerencia de Pangea, nadie en la compañía respondió, investigó o se comunicó conmigo acerca de las quejas que presenté”, escribe Magana. “Más bien, el Sr. Reich continúa haciendo comentarios despectivos y discriminatorios hacia mí. Específicamente, el 12 de mayo de 2020, el Sr. Reich me llamó y me dijo, ‘deja de tratarme como a un ‘shine’ (término urbano y ofensivo para denominar a un afroamericano o persona de color). Hasta donde yo sé soy blanco’”.
Tanto en un correo electrónico interno obtenido por el Reader como en una declaración a través de correo electrónico por parte del director ejecutivo Pete Martay, Pangea ha negado las acusaciones de Magana y declaró que se negó a cooperar en la investigación interna de la compañía.
“Pangea Propiedades tiene tolerancia cero con el comportamiento racista o discriminatorio”, escribió Martay al Reader. “Nos tomamos muy en serio las acusaciones de esta naturaleza. Como resultado, contratamos a un investigador externo para llevar a cabo una investigación rápida y exhaustiva y también hemos contratado representación legal para defender a la compañía contra las acusaciones que creemos no tienen ningún fundamento. El denunciante y sus testigos han rechazado múltiples solicitudes para participar en nuestra investigación”.
El Reader también le dio a la compañía la oportunidad de responder a nuevas acusaciones hechas por otros diez empleados actuales y ex empleados sobre la cultura empresarial de Pangea. Dichas acusaciones incluyen dramáticas declaraciones sobre comentarios degradantes por parte de Reich y otros supervisores, así como alegatos de condiciones de trabajo humillantes y discriminatorias. “Negamos categóricamente las afirmaciones de la denuncia y también las declaraciones hechas en contra nuestra por ex empleados”, escribió Martay. Ni Reich ni McQuade, cuyas conductas también mencionó Magana en su denuncia, quisieron referirse al tema.
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Los ambientes laborales adversos están siempre presentes y son difíciles de revertir. Su toxicidad puede ser difícil de precisar y comprobar por escrito, especialmente cuando las promociones corporativas y elogios se entremezclan con la falta de respeto e indiferencia interpersonal. A medida que la verdad sobre los prejuicios en lugares de trabajo dominados por blancos sacude a sectores públicos y privados, los empleados pertenecientes a grupos minoritarios de empresas e instituciones como Adidas, LinkedIn, Vogue, el Departamento de salud de San Francisco y la Universidad de Loyola han comenzado a revelar situaciones de micro agresión racial, engaños psicológicos (gaslighting, en inglés) y acosos, actitudes que para ellos definen la verdadera cultura corporativa.
Incluso cuando recibió excelentes críticas de desempeño, Magana también pudo sentir hostilidad por parte de la gerencia. Por ejemplo, en un correo electrónico de agosto de 2013 obtenido por el Reader, Reich escribió una breve nota a otro gerente regional. El encabezado del asunto decía: “Armando estaba emocionado de convertirse al Islam…” y en el mismo correo electrónico la frase terminó diciendo “…Hasta que descubrió que no se puede comer cerdo”. Adjunto al correo había una fotografía de Magana, sonriendo con un pequeño sombrero blanco que se asemeja a un gorro kufi.
Cuando se le preguntó a Magana sobre el correo electrónico, dijo que se sintió consternado por ser el blanco de una broma cruel sobre su peso y que parecía ser islamófoba. “Nunca pensé que iba a tomar una foto y enviarla”, dijo riéndose con desagrado mientras mirábamos la foto y tomábamos unas cervezas en un patio casi vacío del Promontory en Hyde Park. Magana tenía puesto un polerón azul de manga corta y una mascarilla con válvula de color negra, aparentemente sin importarle las fuertes ráfagas de viento que corrían esa tarde a fines de septiembre. Mientras miraba la foto, dijo que el hecho de que hubiera sido enviada por correo electrónico era inusual ya que Reich rara vez dejaba rastro de comentarios degradantes. “Siempre fueron llamadas telefónicas con Derek”, dijo Magana. “A él realmente no le gusta enviar nada por correo electrónico. Si le enviabas uno, te llamaba. Él hacía comentarios cuando estábamos en terreno”.
Como se documenta en sus denuncias, Magana intentó que las “conversaciones y comportamientos discriminatorios” que vivió se abordaran internamente, pero las quejas derivadas a recursos humanos y a líderes de la empresa no sirvieron de mucho. Finalmente, comenzó a trabajar con el abogado Marc Siegel para apelar a que las autoridades externas intervinieran. La compañía poco tiempo después también contrató a un abogado externo para ayudar a manejar la situación.
Los abogados de Pangea “seguían diciéndole [a Siegel] que estaba exagerando y que siempre me trataron bien y que no habían sido racistas conmigo”, Magana le comentó al Reader. “En resumen, le dije a mi abogado que no jugaría ese juego, que presentaría un caso ante el estado y la ciudad y que lo haría público”.
A finales de la primavera, el estrés de trabajar en Pangea se intensificaría debido a la pandemia del coronavirus. “Me derrumbé porque cuando comenzó el covid, Derek me llamaba cada dos días [preguntando] ‘¿Qué están haciendo?’ Yo le respondía, ‘estamos trabajando… pero no tenemos ningún material de desinfección. No tenemos mascarillas’”.
Magana dijo que Pangea no ofrecía compensación por riesgo o peligrosidad. Algunos empleados que trabajaban en terreno se tomaron un descanso porque tenían miedo de volver a los edificios especialmente cuando se corrió la voz de que los inquilinos se estaban enfermando. Magana dice que a Reich no pareció importarle. “Dijo, ‘todos estos muchachos necesitan volver a trabajar’, a lo que yo respondí, ‘Derek, todos estamos trabajando, hay algunas personas que tomaron días libres porque tienen miedo’”.
Magana dijo que Reich exigió que él eligiera a cinco empleados para despedir con el fin reducir el número de personal a menos de 500 y así Pangea calificase para el Programa de Protección de Nóminas (PPP por sus siglas en inglés), del gobierno federal.
Mencionó que Reich lo llamó a finales de marzo. “Él me dijo, ‘¿Tienes gente de mierda trabajando para ti? Dame cinco.’ Yo le dije, ‘No tengo gente de mierda trabajando para mí’. Él dice, ‘bueno, dame cinco’”.
El Reader pudo acceder a un correo electrónico que Magana envió a Reich el día siguiente, en el que se enumeraba a cuatro empleados que cambiaron de puesto en la empresa sin ser reemplazados y a uno que estaba a punto de dejar Pangea de todos modos. “Ahí están tus cuatro más uno, quien está a punto de irse”, recordó haber pensado Magana. Dijo que después recibió otra llamada telefónica de Reich, quien le exigió que nombrara a cinco personas más para despedir porque el total de empleados de Pangea era de 512.
Magana dijo que presentó otra lista de nombres. “Estaba destrozado por eso”, dijo. Según los registros publicados en julio por la Administración de Pequeñas Empresas, Pangea recibió un préstamo de $5 a 10 millones de dólares a través del programa PPP. La empresa presentó una lista de 494 empleados.
Al llegar junio, Magana necesitaba un descanso. El estrés del trabajo estaba afectando a su familia y a él, y pidió licencia por un mes y medio. “Me deprimí un poco, me estresé, estaba tratando de cuidar mi salud”, dijo. “Me enteré que mi hijo tenía depresión, así que tuve que dedicarme a él”.
Magana dijo que las cosas empeoraron para él en Pangea después de que regresó a trabajar en julio. Se realizaban reuniones repentinas en donde se le cuestionaba su trabajo. Sentía que su trabajo estaba siendo controlado excesivamente.
Sin embargo, Magana todavía estaba decidido a seguir trabajando en la empresa, donde ganaba un salario anual de $115,000 dólares, recibía bonos, y a la que había dedicado una década de su vida. “Estoy feliz donde estoy, soy bueno en lo que hago, no he hecho nada malo”, dijo.
Cuando se empezó a correr la voz en la empresa sobre la denuncia de Magana, los empleados de terreno comenzaron a recibir correos electrónicos de cuentas seudónimas, compartiendo las quejas de Magana y animándoles a presentar sus propias quejas. Sin embargo, la empresa los eliminó rápidamente de las bandejas de entrada de los empleados. En un correo electrónico del 30 de septiembre que obtuvo el Reader dirigido a todos los empleados de terreno, Martay reconoció la eliminación de los correos, agregando que el “empleado actual” quien denunció maltrato “se negó a cooperar y hablar con el investigador independiente” que Pangea contrató para indagar sobre las acusaciones. Aunque Martay no se refirió a Magana por su nombre en este correo electrónico, Magana dice que sintió que el mensaje del director ejecutivo tenía el objetivo de desautorizarlo. “Negamos categóricamente los reclamos hechos en la denuncia y hemos contratado representación legal para defender a la empresa contra ellos”, escribió Martay.
A principios de octubre, Magana sintió que ya no podía permanecer en Pangea. “No puedo seguir trabajando en un ambiente hostil con represalias”, me escribió en un mensaje de texto. Aunque técnicamente él mismo renunció a su trabajo, su abogado argumenta que la gerencia aplicó el “despido constructivo debido a la discriminación, el acoso y las represalias que enfrentó en el trabajo”.
De acuerdo con el precedente legal establecido por la Corte Suprema de los Estados Unidos en la decisión de Burlington Northern & Santa Fe Railway Co. versus White del 2006, la definición de “represalia por quejas sobre discriminación en el lugar de trabajo” es amplia. “[Una represalia] podría hacer más complicada la vida laboral. Podría manifestarse por medio de un control laboral excesivo. Podría darse en el caso de ser ignorado —cualquier cosa que pueda hacer que una persona razonable se sienta disuadida de presentar una queja”, dijo el abogado Siegel. “No tiene que ser una terminación o suspensión de empleo por escrito”.
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Semanas después de que el Reader se enterase sobre las quejas de Magana, este habló con otros diez empleados y ex empleados, todos afroamericanos, quienes detallaron acusaciones similares y confirmaron las denuncias de Magana sobre el ambiente laboral en Pangea. Todos ellos confirmaron la existencia de una jerarquía racial no oficial pero claramente evidente en la empresa: la administración diaria de los edificios y la relación con los inquilinos se asigna a los trabajadores afroamericanos y latinos, mientras que las oficinas corporativas y el cuerpo directivo son destinadas mayormente a trabajadores blancos. Por cierto, Pangea incluso tiene páginas separadas en su sitio web donde presentan a su personal de terreno, quienes aparentemente son en su mayoría afroamericanos e hispanos, y su personal corporativo, muchos de los cuales parecen ser blancos.
“Está establecido en un completo sistema de castas”, dijo un empleado, quien prefirió no dar su nombre por temor a represalias, y quien ha trabajado en la empresa en varios cargos durante años. “Si tomaras una foto del antebrazo de todos los que trabajaban allí, podría decirte con 95 por ciento de certeza dónde trabajan [en la empresa]”.
El empleado dijo que sentía que Pangea quería presentarse ante el público como una organización liderada por afroamericanos porque “cada vez que hay un político o evento político envían a hombres afroamericanos más jóvenes para dar la impresión de que les va bien en este negocio cuando en realidad son mal pagados”. Agregó que si bien es posible que los afroamericanos asciendan a puestos más altos, los ascensos laborales en la oficina corporativa para un trabajador como él son impensables.
Tanto él como otros dijeron que la discriminación interna en la empresa se hizo particularmente visible cuando, durante un tiempo, el centro de llamadas del servicio al cliente (con personal casi mayormente compuesto por afroamericanos) fue ubicado en la oficina corporativa en la calle 640 N. LaSalle. Describió que al salir del ascensor vio señalizaciones que dirigían a los empleados hacia una dirección, y a todos los demás hacia otra. “Podrían haber dicho, todos los morenos a la izquierda, y todos los blancos a la derecha. A uno le recuerda [la época de] Jim Crow”, dijo, agregando que el personal corporativo “no usaba los mismo puntos de entradas y salidas, ni compartía los mismos baños ni salas de descanso con los empleados de color”.
Magana y varios otros empleados que hablaron con el Reader describieron el centro de llamadas como una sala cerrada con un vidrio en el medio de la oficina corporativa. Un ex empleado quien tampoco quiso revelar su nombre dijo que ese centro de llamadas “era como una jaula” con una puerta que se cerraba desde su interior, lo que impedía que los trabajadores entraran por el costado de la oficina corporativa, mientras que sí permitía a los trabajadores del lado corporativo entrar al centro de llamadas. “Ver a otra gente negra enjaulada era vergonzoso”, dijo.
Robert Tucker, quien comenzó su carrera en Pangea en el centro de llamadas en Chicago en 2015 dijo que era “como estar en un zoológico”. Se sentía particularmente ofendido al ver una notoria desigualdad en las comodidades ofrecidas a los empleados ubicados al otro lado del centro de llamadas. “En un lado habían barriles de cervezas, cafeteras Keurigs, barras de proteínas Kashi, fruta, variedades de té, y además personas que tenían botellas de whiskey y scotch en sus oficinas”, dijo. “La gente en el centro de llamadas, todos negros y algunos hispanos, podían ver todas esas cosas desde el área del centro de llamadas, pero no se les permitía usar ninguna de esas cosas. Y nuestra cafetera está en una pequeña sala de descanso rudimentaria donde hay una máquina y paquetes de azúcar baratos. Yo veo eso como racismo”.
Aun así, Tucker dijo que no tenía problemas personales con los gerentes en Pangea hasta que aceptó un ascenso y se trasladó a la oficina de Baltimore dos años y medio más tarde. Fue ahí donde se encontró por primera vez con Derek Reich, quien manejaba los mercados en Indianápolis y Baltimore antes de ser nombrado vicepresidente de operaciones para la empresa. Lo más problemático para Tucker, sin embargo, fue su supervisora directa, Brenda Hurford.
“Nos faltaba el respeto, a los trabajadores y a los arrendatarios, y hacía comentarios de que los residentes eran el gueto [del barrio]”, Tucker aseveró. Describió un incidente en el que Hurford tuvo un altercado con un grupo de niños que estaba en una esquina cerca de uno de los apartamentos de Pangea. “Ella sale y comienza a gritarle a estos niños, maldiciéndolos, y uno de los niños le grita: ‘Chúpame el p…’; y ella responde, a un adolescente, ‘nunca haría eso porque tu pene es muy chico’. [Le dijo eso] a un niño. Ella tiene a lo menos 40 años de edad”. (Hurford, quien ya no trabaja en Pangea, no respondió a nuestras solicitudes de entrevista).
Tucker dijo que Hurford menospreció la forma en que él y otros empleados hablaban con los inquilinos, quienes en su mayoría son afroamericanos y muy pobres. “Si un inquilino se enoja y uno les habla en una forma que los podría calmar, ella diría, ‘¿Por qué le estás hablando como un matón?’”, dijo. “[Hurford era] alguien que desconocía la cultura, que llegaba y hacía comentarios, como: ‘Esto es gueto’, o ‘¿Por qué se dan la mano así?’”
Pierre Torchenot, otro ex empleado que trabajó como gerente de oficina bajo el mando de Hurford, dijo que la competencia cultural entre los trabajadores que conocían bien a la comunidad de Baltimore no era valorada, y que Hurford vigilaba el idioma y el comportamiento de su personal de acuerdo a las normas culturales de los blancos.
“Yo soy haitiano y he vivido en la comunidad de Baltimore bastante tiempo. Ahí existe una cultura con la cual estoy familiarizado”, Torchenot explicó. “Hay una manera particular de dirigirse a los residentes y eso los hace sentir como si estuvieran en casa. No estamos diciendo nada que no sea profesional, pero [Hurford] solía acercarse a mí diciendo, ‘¿Por qué hablas de esa manera?’ Es algo que haces con tus compadres, o es una forma gheto de hablar?
Torchenot dejó su trabajo en 2017. Hurford “me estaba volviendo loco, hacía mi vida imposible”, dijo. “Antes de irme le escribí una carta a la jefatura de la empresa dejándole saber lo que estaba pasando, y a todo el consejo”.
Tucker y Torchenot dijeron que la queja sobre el comportamiento de Hurford presentada a la directiva más alta no se vio reflejada en mejores condiciones de trabajo. “Cuando teníamos problemas con Brenda, Derek era la persona con quien hablábamos y quien empoderó a Brenda”, dijo Torchenot. “Siempre sentimos que Derek era un facilitador”.
Tucker dijo que el propio Reich “nos hablaba en un tono condescendiente”. Recordó una reunión en agosto de 2017 en la que Reich “maldijo a garabatos” al administrador de la propiedad, Jeffrey Knox. También recordó cuando Reich estaba descontento por algo que había dicho Knox y “que lo regañó: ‘No quiero escuchar excusas, haz tu trabajo, si no te gusta este pinche trabajo, puedes renunciar y puedo buscar a otra persona.’ Fue una total falta de respeto”.
El propio Knox, quien comenzó a trabajar en mantenimiento en la empresa en 2015 y fue ascendido rápidamente a administrador de propiedades, dijo que no sentía que la falta de respeto por parte de Reich y Hurford fuese necesariamente un comportamiento racista, sino que el ambiente de trabajo era más que nada tóxico. Él y los otros tres ex empleados de Pangea en Baltimore notaron que la gerencia trataba a la única mujer blanca que trabajaba como administradora de propiedades de forma mucho más flexible. Asimismo, él y otros empleados afroamericanos se sentían constantemente sobrecargados de trabajo. Knox dijo que se quejó del comportamiento de Hurford con la gerente de recursos humanos de Pangea, Lori Bysong. “Ella siempre actuaba como si le interesara”, dijo Knox, agregando que nada sucedió con las acusaciones. (Bysong dejó Pangea en septiembre. Se negó a comentar para esta nota).
Knox renunció a su trabajo después de una reunión en donde Reich lo regañó en una llamada de conferencia telefónica frente a otros colegas. “Le estaba sugiriendo a Derek algunas cosas que probablemente podríamos intentar hacer de manera distinta, y él me gritó que cerrara mi puta boca y que siguiera con la pauta”. El 21 de agosto de 2017, después de que se le negara una entrevista de salida, envió un correo electrónico a la gerencia con respecto a su experiencia laboral en Pangea. Se quejó de Hurford e instó a la empresa a dedicar más recursos y mano de obra al mantenimiento de los edificios.
“El trabajo no se está haciendo… el problema con el repuesto del desagüe no se ha solucionado durante días y días”, escribió. Hurford reenvió el correo electrónico de Knox a Tucker y a otro empleado. “A pesar de toda la mierda que habló sobre el mantenimiento… solo se menciona mi nombre LMFAO («me cago de la risa»)”, escribió. “No es que importe realmente”.
Tucker envió ese correo electrónico y documentación adicional sobre la conducta de Hurford por medio de una apelación al Departamento de Trabajo de Maryland, que inicialmente le negó beneficios por desempleo porque Pangea indicó en sus registros que Tucker había sido despedido por “comportamiento inapropiado hacia la gerencia”. Tucker dijo que se trataba de una represalia por quejarse de las condiciones laborales. Al final, Tucker ganó la apelación.
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Los empleados actuales y anteriores de Pangea sostuvieron que la cultura existente en el lugar de trabajo reflejaba cómo la gerencia veía a sus inquilinos. La mayoría de los ex empleados que hablaron con el Reader fueron despedidos o se sintieron obligados a renunciar. Asimismo, todos aseguraron que tuvieron que someterse a la hostilidad de sus jefes por defender a los residentes o por rechazar las directrices de la administración para cortar presupuestos.
“Me despidieron porque había cosas que no me gustaban en la compañía en lo que respecta a cómo trataban a algunos residentes en ciertas áreas”, dijo Phillip Jenkins, un ex administrador de propiedades quien trabajó en Pangea en Chicago entre 2014 y 2019. “A una gran cantidad de residentes no les solucionaban los problemas de mantenimiento en sus apartamentos”. Añadió que en varias ocasiones él había alertado a los jefes de sus supervisores sobre esos problemas. “Dicen que eso es romper la cadena de mando.”
Wanda Kelley, quien trabajó como agente de inmobiliaria y administradora de propiedades en Pangea en Baltimore entre 2013 y 2017, dijo que fue despedida por haberle insistido repetidas veces a la jefatura que solucionara los problemas de mantenimiento y por advertirle sobre los riesgos de salud que habían en las propiedades. Su principal preocupación fue la unidad 139 en los departamentos Oaks de Pangea que se encontraba lleno de moho. Declaró que tanto Reich como Dave Sonnenberg, un ex gerente regional de la empresa, le dijeron que no pusiera en las órdenes de trabajo de mantenimiento interno que había moho en ese apartamento.
“Pasaban diciendo que era polvo”, dijo Kelley. “Me dijeron que no registrara que había moho. Me dijeron que pusiera que había polvo”.
John Naylor se mudó a los departamentos de Oaks de Pangea por primera vez en junio de 2014. “Meses más tarde comencé a notar que había moho”, le dijo al Reader en una entrevista, confirmando que la empresa no resolvió el problema adecuadamente. El Reader se consiguió un recibo de mantenimiento de la dependencia ubicada en un sótano, emitido por Kelley en agosto. “El lugar tiene manchas negras esparcidas por toda la pared de la cocina. Se hicieron los arreglos pero volvieron”, Kelley detalló en el recibo.
Naylor explicó que tuvo que vivir en ese departamento a nivel de sótano, dispuesto para personas con discapacidades, debido a que no tenía movilidad y usaba una silla de ruedas. El moho “en realidad se traspasó a través de los paneles de yeso”, recordó, agregando que los muebles y objetos que estaban cerca de las paredes exteriores del apartamento también se cubrieron de moho. “Pintaron sobre el moho y volvió a aparecer a través de la pintura.” (Varios inquilinos de Chicago entrevistados durante una investigación del Reader el año pasado también testificaron que la compañía pintaba sobre el moho.)
Naylor indicó que él le pidió a Pangea contratar a un especialista en remoción de moho dada la severidad del problema, pero que él supiera que la empresa nunca lo hizo. Dijo que el personal de mantenimiento de Pangea finalmente determinó que la única forma de deshacerse del moho sería derrumbando las paredes del departamento. La compañía terminó trasladándolo a otro departamento en el mismo piso a tres puertas del original, donde no solo continuó teniendo problemas con el moho sino que además tuvo problemas con el desagüe de la tina. “Parecía que todos los que estábamos en el piso inferior [estábamos lidiando con los mismos problemas]”, dijo Naylor. Él ya no le arrienda a Pangea.
Kelley dijo que aún conoce a algunos inquilinos en las propiedades de Pangea en Baltimore para quienes trabajó como agente inmobiliario, y que algunos de ellos han estado por años batallando con los problemas de moho e inundaciones. Señaló que no podían mudarse debido a la deuda que habían acumulado con la compañía.
Cuando fue despedida en 2017, Kelley dijo que Reich viajó desde Chicago para despedirla en persona. Indicó que Hurford (a quien describió como “muy irrespetuosa con los inquilinos” pero con quien tuvo una relación de trabajo práctica) le notificó antes de la reunión que la iban a despedir. “No sabía que me iban a despedir hasta esa mañana. [Hurford] se sentó frente a mí y me dijo, ‘lamento que nos dejes, tú eres una de mis mejores [empleadas] pero la razón por la que se están deshaciendo de ti es por tu edad’”. En ese entonces, Kelley tenía en ese entonces 61 años de edad. “Después que me echaron nos mantuvimos en contacto y ella se disculpó mucho, diciendo que estaba atada de manos”.
En cuanto a Reich, Kelley dijo que sentía que él la veía a ella y a los otros trabajadores afroamericanos “como si nosotros fuéramos sus esclavos. Teníamos que callarnos la boca y hacer lo que él dijera. …Cuando empezamos a hablar en contra de Pangea fue cuando tuvieron problemas con nosotros”.
Un empleado anónimo actual de Chicago señaló que la compañía se aprovecha de los trabajadores afroamericanos en los vecindarios pobres donde no hay muchos empleos, y de los inquilinos afroamericanos quienes no tienen muchas opciones de acceso a la vivienda. “Pienso que son como arrendadores de pocilgas. Ganan dinero con los grupos minoritarios”, dijo. “Construyeron todo su modelo de negocio en base a personas pobres y con dificultades… saben que los inquilinos los necesitan a ellos, no al revés. Es por eso que son tan rápidos en desalojar a la gente. Son dueños de muchísimas propiedades en nuestros vecindarios y ganan mucho dinero a costa de nosotros”.
Un ex empleado, quien también solicitó permanecer en el anonimato, agregó que la empresa ahorraba en mantenimiento. Recordó cuando un día le preguntó a Reich por qué la empresa prefería parchar problemas como techos con goteras y recurrir a plomería en lugar de invertir en reparaciones mayores. Dijo que Reich respondió: “No vale la pena arreglarlo porque [los inquilinos] simplemente lo pinche romperán de todos modos”.
Magana también confirmó que esa era la actitud de la administración con el mantenimiento de las propiedades. La prioridad de la empresa, indicó, era gastar lo menos posible cada trimestre. “Incluso hasta antes de que Pete fuese el CEO, él decía: ‘Preferimos gastar $200 parchando el techo aquí y allá que gastar $40,000 de una vez y arreglarlo’. Así que siempre fue lo mismo, parchar, pintar, poner tiritas (Band-Aids)”.
Robert Tucker, el ex administrador de propiedades de Baltimore, recordó sobre Reich y Hurford, “Les gustaba mofarse de la gente pobre”. Mientras tanto, dijo que, los arrendatarios no estaban recibiendo un servicio adecuado. “Cuando el horno se echaba a perder tenían que esperar. Si el refrigerador se echaba a perder y los alimentos perecían, Derek y Brenda no querían reembolsar a los inquilinos por la pérdida de la comida”.
Torchenot, su ex colega, recordó un incidente en el que Hurford lo reprendió por repartir agua potable embotellada a los residentes después que cortaran el suministro de agua debido a que se reventaron las tuberías durante todo un fin de semana. “Pensé que si estas personas no tenían agua para bañarse al menos debían tener agua para beber. Distribuí el agua y a Brenda no le gustó”, dijo.
Tucker dijo que la manera que tenía Hurford de relacionarse con los inquilinos la puso a ella y a otros empleados en peligro. “Si alguna vez has visto el programa The Wire, estos son los barrios en los que trabajamos, no estoy exagerando”, dijo. “Las revueltas por la muerte de Freddie Gray sucedieron a solo dos cuadras de una de nuestras propiedades. …Tuvimos que detener a los arrendatarios de, disculpe mi lenguaje, pegarle en el culo [a Hurford] porque acostumbraba a faltarle el respeto a la gente. Estas son personas que están tocando fondo. Y ella les decía cosas sin darse cuenta de que estamos en la zona más pobre de la ciudad. Uno no sabe por lo que ellos están pasando”.
“Recuerdo una vez cuando [Hurford] perdió la paciencia con un residente y casi se armó una pelea en la oficina, tuvimos que intervenir para separarlos”, dijo Knox. “Sentí que [la gerencia] puso nuestras vidas en peligro. Vivíamos en el vecindario y [los arrendatarios] nos veían todos los días”. Kelley, quien también vivía cerca de uno de los bloques de apartamentos de Pangea, estuvo de acuerdo. Dijo que una vez fue personalmente amenazada por un inquilino y que rasgaron los neumáticos de su auto. Ella señaló que la agresividad de algunos inquilinos se debía a la frustración que tenían con la compañía.
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Varios empleados que hablaron con el Reader dijeron que ellos mismos habían tratado de buscar recursos legales a causa de la discriminación que sentían en Pangea, a través de la Comisión de Igualdad de Oportunidades de Empleo (EEOC, en inglés) o por medio de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional, o que conocían a otros que lo habían hecho. Sin embargo, estas agencias no hacen públicas las quejas presentadas a menos que se presenten una demanda contra los empleadores, algo que sucede muy raramente. Las demandas de la EEOC contra los empleadores son “generalmente un último recurso después de haber intentado obtener otros resultados”, explicó la portavoz Kimberly Smith-Brown en un correo electrónico. La agencia nunca ha demandado a Pangea y no pudo confirmar la existencia de ninguna denuncia en contra de la compañía.
Thomas Clay, un ex gerente regional de mantenimiento de Pangea en Indianápolis, dijo que había presentado una queja con la EEOC después de que la empresa lo despidiera en 2014. A pesar de que era supervisor y uno de los primeros empleados de la compañía en Indianápolis, Clay dijo que estaba recibiendo un salario por hora más bajo que los técnicos de mantenimiento blancos y latinos que trabajaban en cargos inferiores al de él. Dijo que no contaba con un abogado que lo ayudara con el proceso a través de la EEOC y no siguió buscando otras soluciones después de que la agencia, incapaz de comunicarse con uno de sus gerentes, desechara su queja.
“La verdad es que estaba contento de irme de ahí”, dijo Clay. “Ese trabajo me hizo darme cuenta de lo mal que me pagaban, y todo lo que me estaban usando. Por mi raza me estaban tratando así”.
Otras fuentes indicaron al Reader sobre varias empleadas de Pangea en Chicago quienes también habían presentado denuncias ante la EEOC con respecto a discriminación por identidad de género, pero que estas se resolvieron de forma privada con acuerdos de confidencialidad.
“Llegó un momento en que todos los líderes de zona eran hombres y todos los gerentes de oficina eran mujeres. [Es decir] habían muy pocas mujeres administradoras de propiedades, pero un montón de mujeres agentes de arriendos, y para mí eso era muy sexista,” dijo Christina Turner, quien fue una agente de arriendos en la oficina de Pangea en Chicago entre 2014 y 2016. Dijo que dejó la compañía porque le pagaban muy mal. Además aseguró que lo que se describe sobre la cultura corporativa de Pangea es como un sistema de “verdaderas” castas.
Pensando sobre su tiempo en la compañía, Clay dijo que creía que Pangea tenía un buen modelo de negocios: comprar edificios de apartamentos y complejos en malas condiciones, arreglarlos y alquilarlos a un precio accesible. “Lo que hicieron por la ciudad fue una buena idea”, dijo, “pero la arruinaron haciendo a sus amigos parte del negocio… ninguno de ellos estaba calificado para manejar esta empresa”.
Magana está de acuerdo. “Pangea se construyó en base a amistades: universitarios y amigos”, dijo. “No creo que Pete haya conseguido el puesto porque sabía lo que estaba haciendo. Yo creo que lo consiguió por medio de amigos. Él es cercano a Derek, y Derek creció con [el fundador [Al Goldstein]. [El ex director ejecutivo Steve Joung] y Al eran amigos de universidad. …Se olvidan que todos estamos recibiendo nuestros salarios gracias a nuestros inquilinos”.
Magana está ahora en proceso de presentar quejas modificadas junto con la ciudad y el Estado para incluir las acusaciones de su “despedido constructivo”. Podrían pasar meses antes de que las agencias finalicen sus investigaciones, pero Magana dice que la espera no le preocupa y que ha comenzado a buscar un nuevo trabajo.
En octubre, Pangea lo mencionó en una demanda alegando ‘incumplimiento de cláusulas de exclusividad laboral y sin competencia’ según su contrato porque, mientras todavía trabajaba en la empresa, Magana y otro ex empleado de Pangea registraron dos sociedades con responsabilidad limitada (LLC, en inglés) con el estado de Illinois para realizar trabajos de construcción y manejo de plagas. Magana dice que comenzaron esas empresas hace unos años cuando pensaron que podrían perder sus trabajos en Pangea, pero nunca hicieron ningún negocio y no estaban compitiendo con Pangea.
“No estoy nervioso porque nunca hice nada malo”, dijo. “Solo abrimos [los LLC], nunca hicimos nada con eso”. Magana dijo que cree que la demanda fue presentada con el fin de asustarlo y disuadir a otros empleados de Pangea de presentar reclamos por discriminación. “Se hizo para intimidar a los otros gerentes de mantenimiento que estaban bajo mi cargo, porque los llamaron [a una reunión] para decirles que me habían agregado a la demanda”.
Reflexionando sobre esta última década, Magana dijo que fue difícil para él tener que dejar una empresa que él mismo ayudó a construir, un lugar de trabajo al que, especialmente en los primeros años, dedicó una cantidad enorme de tiempo, a menudo a expensas de su familia.
“Empecé a trabajar con Pangea y estaba siendo demasiado leal, y [mis hijos] básicamente crecieron sin mí”, dijo. Aunque recuerda haber trabajado hasta 150 horas quincenales en algunos períodos, y semanas de trabajo de siete días a $12 la hora, durante años sentía como si la mayoría de sus colegas y él estuvieran remando en la misma dirección. Recuerda los generosos presupuestos “éticos” y la habilidad que tenía la empresa de entregar recompensas y ascender a los buenos trabajadores. En los últimos años, sin embargo, dijo que llegó a entender que para los ejecutivos “yo solo era otro tipo flojo trabajando por ahí”. Aunque hubiese querido quedarse y luchar por mejores condiciones de trabajo cuando recién empezó a presentar sus quejas, ahora dice que se siente aliviado de haberse ido de Pangea. “Mi vida está volviendo a la normalidad, soy más feliz, libre de estrés”.
Traducido por Marcela Cartagena