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Los trabajadores esenciales de Chicago se están enfermando. Ni los empleadores ni la ciudad están haciendo lo suficiente para protegerlos, aseveran líderes comunitario

By INN Amplify | January 14, 2021

Mientras que la pandemia continúa devastando a los barrios latinos, líderes locales están implorando a la Ciudad a ampliar los horarios de pruebas para COVID-19 y que se les entregue ayuda en dinero a las familias para puedan quedarse en casa.

Este artículo, publicado originalmente en inglés por Block Club, está disponible en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).

Por Mina Bloom y Mauricio Peña

BELMONT CRAGIN — El coronavirus arrasó con la familia entera de Sonia.

Su hijo mayor, un trabajador esencial, se contagió con el virus en noviembre. Compartía el mismo vehículo con un compañero de trabajo quien se contagió. El compañero se enfermó. Un corto tiempo después, el resto de la familia dio positivo: Sonia y su marido, quién también es un trabajador esencial; sus dos hijos adolescentes; y la novia de su hijo mayor. Todos, menos la novia, viven en la misma casa en el barrio Belmont Cragin.

Sonia y su esposo tuvieron que correr al servicio de urgencias luego de presentar fiebre alta y dificultades para respirar. Mientras se recuperaban, sus familiares se unieron para apoyarlos económicamente ya que Sonia y su hijo mayor no tienen licencia renumerada por enfermedad.

“Esta es una enfermedad horrible. Tu cuerpo está luchando contra sí mismo”, dijo.

El hijo y el esposo de Sonia son parte de los miles de trabajadores esenciales de bajos salarios a lo largo de Chicago quienes arriesgan sus vidas para mantener la ciudad en marcha en medio de la pandemia. Block Club aceptó no publicar el apellido de Sonia o de sus familiares ya que ellos temen recibir represalias por parte de sus empleadores.

El mensaje de la alcaldesa Lori Lightfoot “Quédate en Casa, Salva Vidas” (Stay Home, Save Lives) no es una opción para personas como la familia de Sonia: deben acudir a sus trabajos de forma presencial, donde el distanciamiento social es imposible, no se otorga licencia por enfermedad, y la amenaza de perder sus trabajos de no presentarse es casi ineludible.

Ellos dependen de sus salarios para mantener a sus familias con techo y comida. Continúan trabajando ya que no les queda otra alternativa para sobrevivir. El grave problema que están viviendo es que se están enfermando y propagando el virus.

Cuando el índice de contagios se disparó en otoño, quitándole la vida a cientos de habitantes de Chicago, desde la alcaldía se lanzó un programa llamado “Protege Chicago” (Protect Chicago). Esta iniciativa se centra en dar suministros y recursos a los residentes de Belmont Cragin, el cual tiene un alto índice de trabajadores esenciales, y a otros vecindarios con altas tasas de contagio por COVID-19.

Líderes comunitarios y defensores sociales señalan que es el camino correcto, pero insisten en que la ciudad debería hacer más para proteger a los trabajadores esenciales y a sus vecinos.

Aseguran que los sitios de prueba deberían estar abiertos durante la noche y los fines de semana para acomodar los horarios laborales de los trabajadores esenciales. Asimismo, dicen que las familias vulnerables deberían recibir ayuda financiera para que puedan permanecer en casa, pagar sus deudas y cuentas, y evitar que el virus continúe propagándose.

Los líderes de estas áreas donde el virus se ha propagado alarmantemente, aseveran que los funcionarios públicos de Chicago están ignorando las razones sistémicas por las que ciertas comunidades se ven afectadas desproporcionadamente por el virus.

Muchos ya han señalado que los hogares multigeneracionales contribuyen a la propagación de enfermedades en los vecindarios latinos. En áreas como Belmont Cragin y Gage Park, las familias, por necesidad, se duplican o se triplican en la misma residencia, lo que les impide hacer distanciamiento social y cuarentena.

De igual forma, los líderes comunitarios y defensores sociales aseveran que el problema de que muchos residentes en esos vecindarios son trabajadores esenciales que carecen de protecciones en el lugar de trabajo no ha sido abordado como es debido.

“El hogar no es el problema. El problema es el lugar de trabajo”, dijo el Dr. Howard Ehrman, ex comisionado asistente de salud de la ciudad.

‘Tenemos que salvar la vida de las personas’

El municipio de Chicago lanzó el programa Protege Chicago el 12 de noviembre, cuando los contagios alcanzaron su índice más alto durante el otoño, y solo unos días antes de que el hijo mayor de Sonia se contagiara.

El programa está diseñado para realizar esfuerzos similares en toda la ciudad, como el Equipo de Respuesta Rápida de Equidad Racial, que fue puesto en marcha para proteger a las comunidades minoritarias más afectadas de la ciudad, incluyendo Austin, Auburn Gresham y South Shore, por medio de asociaciones comunitarias.

En teoría, Protege Chicago es una colaboración conjunta llevada a cabo por toda la ciudad. El programa cuenta con un equipo de voluntarios que viaja a vecindarios vulnerables para distribuir mascarillas, desinfectante de manos y boletines informativos, conectando a los residentes con los recursos necesarios. El objetivo es llegar a cientos de miles de hogares, dijo el portavoz de la ciudad Isaac Reichman.

Belmont Cragin fue la primera parada del programa. El área de código postal 60639, la que incluye gran parte del vecindario, tuvo una tasa de positividad de siete días del 16.8 por ciento la semana pasada. Dicha área tiene la tasa de contagio más alta en Chicago, que además equivale a casi el doble del índice de positividad de la ciudad de 7.8 por ciento durante el mismo período de tiempo, según registros.

A pesar de los esfuerzos por aumentar las pruebas, Belmont Cragin sigue siendo la zona más azotada por el coronavirus en Chicago. El vecindario tiene la población latina más grande de la ciudad. Muchos residentes son inmigrantes indocumentados, trabajadores esenciales, o ambos.

Con los desafíos que enfrenta el vecindario, James Rudyk, director ejecutivo de la organización Centro de Vivienda del Lado Northwest, con sede en Belmont Cragin, dijo que el programa de la ciudad es “de ninguna manera … una fórmula mágica”.

“La realidad es que la tasa de casos en Belmont Cragin … sigue siendo una de las más altas y no va a bajar, así es que [tenemos el deber de hacer algo]”, dijo Rudyk.

“No podemos simplemente confiar en los [lugares de testeo que hay en la ciudad] y en las conferencias de prensa de la alcaldesa o en los [artículos noticiosos]. Tenemos que cambiar el proceso. Tenemos que salvar vidas”, dijo.

Las familias con dificultades necesitan más disponibilidad para las pruebas y más ayuda por parte del gobierno federal. Asimismo, se necesita más apoyo para las pequeñas empresas. Todo esto no lo puede proporcionar la Ciudad, aseveró el concejal del distrito 36 Gilbert Villegas, cuya área incluye parte de Belmont Cragin.

“Tengo entendido que [el esfuerzo que realizan los lugares de testeo] ha sido bastante bueno, pero es muy frustrante que los recursos a nivel federal no estén llegando de la forma en que deberían”, dijo Villegas.

Varias millas al sur, los líderes en Gage Park están luchando la misma batalla para mantener a los residentes saludables y sus medios de vida intactos.

El código postal 60632, el cual que incluye la mayor parte de Gage Park, tuvo una tasa de positividad de siete días del 16.3 por ciento la semana pasada, la segunda más alta después de Belmont Cragin, según datos de la ciudad.

Antonio Santos, director del Consejo Latino de Gage Park, dijo que el programa de la ciudad es útil pero no hace nada para proteger a los trabajadores esenciales que deben presentarse a trabajar todos los días, algunos en condiciones peligrosas.

Los trabajadores de Chicago han presentado más de 1,000 quejas a la Administración de Salud y Seguridad Ocupacional del gobierno federal desde el inicio de la pandemia, según la radio WBEZ. La mitad de esos trabajadores provienen de fábricas y servicios de atención médica, informó el medio.

Los registros de trazabilidad de contactos en Illinois indican que las fábricas y empresas de manufacturas se han catalogado como la fuente número uno de brotes de coronavirus desde el 1 de julio, con 116 brotes reportados en esas instalaciones.

En La Villita, el popular fabricante de tortillas de Chicago, El Milagro Tortilla Factory, cerró en abril después de que un empleado murió de COVID-19. Más de 80 trabajadores de El Milagro dieron positivo por coronavirus a partir del 30 de septiembre, según datos estatales adquiridos por el Centro de Reportes Investigativo del Medio Oeste.

Ehrman, quien también es profesor de medicina familiar en la Universidad de Illinois en Chicago, dijo que los datos son “solo la punta del iceberg”, ya que Illinois es líder en la industria de fábricas. “Esos son solamente de los que sabemos ahora”, dijo.

Ehrman dijo que la oficina de Lightfoot se ha apresurado en culpar a personas que van a fiestas o reuniones familiares cuando, en realidad, los trabajadores esenciales como el hijo de Sonia son los que se enferman en el trabajo, y los empleadores no están haciendo lo suficiente para protegerlos.

“No están separados por seis pies. No hay barreras de protección. No tienen mascarillas adecuadas”, dijo Ehrman. “Se ven obligados a trabajar incluso si están enfermos porque no tienen licencia por enfermedad y tienen miedo de perder sus trabajos”.

Otro problema que la ciudad no ha podido abordar adecuadamente es ofrecer sitios de pruebas accesibles, aseveraron Ehrman y otros defensores comunitarios.

La mayoría de los sitios de pruebas en Chicago solo están abiertos de 10 am a 4 pm de lunes a viernes, lo que impide el acceso de muchos trabajadores esenciales que no pueden salir del trabajo para hacerse la prueba durante esas horas. Incluso cuando la ciudad abrió en octubre un sitio de pruebas para atender a los residentes en Belmont Cragin, la mayoría de las personas que acudían a ese sitio para hacerse las pruebas eran del barrio Logan Square.

“Nuestra gente no puede hacer fila esperando en su automóvil durante cinco horas para hacerse una prueba cuando necesitan estar en el trabajo”, dijo Alonso Zaragoza, un residente del vecindario de toda la vida que dirige el grupo Belmont Cragin Unidos.

Zaragoza dijo que ha sido sobrepasado con mensajes de residentes que están enfermos y luchan por hacerse la prueba en medio de la alta demanda o que necesitan alimentos u otra ayuda.

“Si la ciudad realmente quisiera tener un impacto en nuestros números, tendrían al menos un sábado y una noche disponibles en la semana para quienes trabajamos”, dijo.

Pero en vez de extender los horarios de los sitios de prueba, la ciudad sigue distribuyendo volantes y mascarillas, lo que no aborda la causa desde la raíz del problema, dijo Ehrman. Lo que los trabajadores esenciales realmente necesitan es dinero para que se puedan quedar en casa, aseguran los líderes.

“No es que la gente no sepa lo que se supone que debe hacer. Es solo que las condiciones estructurales del racismo y el capitalismo no les permiten hacerlo”, dijo Ehrman.

‘En el trabajo, no te ayudan’

Tomás, un residente de Belmont Cragin e inmigrante que ha trabajado en una fábrica de lámparas en los suburbios durante 24 años, se contagió de COVID-19 en noviembre.

Pero Tomás no está seguro de dónde contrajo el virus. Dijo que algunos de sus compañeros de trabajo lo tenían, pero no en el momento cuando él dio positivo.

“Esto es lo peor de este virus”, dijo Tomás. “Simplemente no sabes [dónde lo contrajiste]. Si supiera dónde, no iría allí”.

Block Club no incluyó el apellido de Tomás porque él teme a posibles represalias por parte de su empleador.

Tomás no presentaba ningún síntoma, pero semanas de aislamiento tuvieron un impacto psicológico. Le preocupaba transmitir el virus a su familia o que su salud empeorara, como les sucedió a algunos de sus amigos que murieron y a familiares que estuvieron graves.

Su madre, quien vive en México, contrajo el virus y requirió oxígeno suplementario, dijo.

“¿Qué te va a pasar? ¿Cómo me voy a sentir a la mañana siguiente? ¿Lo transmitiré a mi hijo o hija? Psicológicamente, realmente te afecta”, dijo Tomás.

La familia de Tomás también se tomó muy en serio su diagnóstico. Durante el transcurso de su aislamiento, escuchó llorar a uno de sus hijos, preguntándole a su madre si su padre estaría bien. Otro hijo le dijo a su maestro que estaba preocupado por su padre.

El día en que Tomás dio negativo después de semanas de aislamiento fue un día feliz para todos. De repente, “todos los sentimientos de vacío se llenaron”, dijo.

“Mi hijo menor estaba saltando arriba y abajo. No podía esperar para darme un abrazo”, dijo. “Tuve que decirle que esperara hasta tomar una ducha. Cuando salí, me estaba esperando con los brazos abiertos. Estaba feliz porque yo ya no estaba [en] peligro”.

Sonia y su familia se han recuperado y la mayoría ha vuelto a trabajar. Su marido trabaja en una fábrica de plásticos. Pero el miedo y la incertidumbre que sentían aún perdura.

“No deberíamos bajar la guardia”, dijo. “Tienes que hacer todo lo posible para cuidar a tu familia porque cuando ves a tu familia enferma con este virus, te sientes impotente”.

Tomás también regresó al trabajo, pero se quedó tratando de averiguar cómo recuperar el dinero que perdió mientras estaba en casa en cuarentena. A pesar de llevar más de dos décadas en la empresa, la fábrica de lámparas no le pagó un peso por el tiempo que estuvo con licencia médica.

“En el trabajo, no te ayudan”, dijo Tomás. “Tienes diez días libres y luego tienes que volver a trabajar. No se preocupan por ti ni por cómo estás. Nada. Solo se preocupan de que regreses al trabajo”.

Traducido por Marcela Cartagena

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