Este artículo, publicado originalmente en inglés por Block Club Chicago, está disponible en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).
Por Mauricio Peña
PILSEN — Durante más de 30 años, el inmaculado jardín lateral de Isabel Hernández ha sido un atractivo en Pilsen, trayendo alegría a los vecinos que pasan por el lugar.
Antes de la celebración del Día de los Muertos, Hernández ha transformado su jardín en una exhibición elaborada con una ofrenda de 11 pies, esto con la esperanza de inspirar a las generaciones más jóvenes a mantener vivas las tradiciones mexicanas conforme cambia el barrio.
Mientras colocaba las decoraciones en su jardín, ubicado en la calle 19 entre Throop y Loomis, Hernández dijo que incluso en México, los niños se están inclinando más hacia la celebración de Halloween y están “olvidando (el) Día de Muertos”.
Hernández se mudó a Pilsen, un puerto histórico de entrada para inmigrantes mexicanos, en los años 80, proveniente de Juárez, México.
“Es parte de nuestra cultura que no queremos perder … . Siempre queremos mantener nuestra cultura y transmitirla a las próximas generaciones”, dijo.
El Día de Muertos es una tradición que se celebra del 31 de octubre al 2 de noviembre tanto en México como en Estados Unidos, para recordar a los seres queridos fallecidos.
Los días coinciden con las fiestas católicas del Día de Todos los Santos y el Día de Todas las Almas, pero la fiesta nació de las antiguas tradiciones aztecas.
La tradición se celebra de diversas maneras. Algunos montan ofrendas tradicionales o altares, con velas, fotos y momentos de seres queridos fallecidos, mientras que otros se reúnen en la tumba de un ser querido para decorar su lápida.
Para su altísimo altar, Hernández hizo a mano las caléndulas —flores que en México son conocidas como cempasúchil—, de plástico.
Una ilustración de La Catrina, una de las figuras más emblemáticas del Día de los Muertos, vigila a sus seres queridos fallecidos: el padre de Hernández, sus abuelos, tías, tíos y mascotas, todos recordados en fotos en blanco y negro.
Los seres queridos “aunque fallecieron (hace) 20 o 30 años, todavía están en nuestros corazones. Nunca los olvidamos. Son parte de tu vida”, dijo Hernández.
Tres filas de papel picado, una decoración colgante —banderas de papel de colores vibrantes cortadas con una variedad de patrones—, entrecruzan el jardín sobre el altar.
Debajo del altar se encuentra un altar de tres niveles con más fotos enmarcadas de familiares, vecinos y amigos que han muerto, velas, caléndulas y recuerdos; todos aspectos de sus vidas personales, agregó Hernández.
“Creo que es hermoso cuando recuerdas a tu familia y amigos, y haces el altar para ellos”, destacó Hernández. “Puedes colgar sus fotos en la pared [el resto del año]. Pero [el Día de los Muertos] es un momento especial para orar por ellos y poner velas”.
Hernández pasó 10 días construyendo el altar y decorando el jardín con carteles de La Catrina y El Catrín, calabazas talladas (conocidas como “Jack-o’-lantern”) y máscaras.
También instalará un altar más pequeño en su casa.
Revivir su jardín cada primavera con su madre, María Guerrero, y decorarlo para el Día de los Muertos y Navidad, son formas en las que Hernández hace frente al dolor crónico.
Las caléndulas son un elemento fijo en su jardín debido a su importante conexión con el Día de los Muertos; los pétalos de color amarillo brillante simbolizan el sol y se colocan para decorar los altares de la casa para la festividad.
“Cada año, la gente me pregunta si les puedo dar algunas caléndulas para sus altares”, compartió. “Siempre les respondo que por supuesto”.
Mientras Hernández habla de sus decoraciones, la gente que pasa por el lugar se detiene para tomar fotos de su altar. Está feliz de ver a los vecinos sonreír por su creación.
Además de rendir homenaje a los seres queridos de Hernández, la ofrenda y las decoraciones son una manera de devolver e inspirar a otros del barrio, dijo.
“No es sólo para que mi mamá y yo lo disfrutemos, sino también para toda la gente del barrio”, dijo Hernández.
“Espero que alguien lo vea y trate de hacer un altar. No tiene que hacerlo [a este nivel], pero tal vez, algo pequeño para recordar a su familia”.
Traducido por Gisela Orozco