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Rutinas interrumpidas y nuevas reglas: Cuatro estudiantes de cuarto grado comparten sus experiencias del regreso a las escuelas

Este artículo, publicado originalmente en inglés por Chalkbeat Chicago, está disponible en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).

Por Cassie Walker Burke y Yana Kunichoff

Después de un año del cierre de las escuelas y de ir y venir, Chicago reabrió sus establecimientos a todos los estudiantes excepto para los de secundaria. Al igual que muchos de ellos en el tercer distrito escolar más grande del país, los estudiantes de cuarto grado Maya, Zamara, Tennille y Alexander se vieron afectados por los cambios.

Maya y Zamara se mantuvieron con el aprendizaje remoto, pero tuvieron que saber manejar cambios de horarios y la falta de atención por parte de sus maestros debido a las clases híbridas. Por otro lado, Tennille y Alexander comenzaron a ir a la escuela en medias jornadas con los nervios que conlleva el primer día de escuela en marzo, asimismo aprendiendo acerca de los nuevos protocolos de seguridad de cómo usar mascarillas y mantener el distanciamiento social.

A pesar de vivir en diferentes barrios de Chicago y asistir a diferentes escuelas, estos estudiantes de cuarto grado tienen algo en común. Su año escolar del tercer grado, una etapa fundamental en su aprendizaje, se vio interrumpido dos veces: Primero, por el paro de maestros, que duró 11 días en el otoño del 2019, y luego, por los abruptos cierres de escuelas al comienzo de la pandemia del coronavirus en la primavera del año pasado.

Ahora con más edad y más independientes, estos estudiantes se han encontrado con un material académico más difícil y han tenido que manejar emociones complejas en un año marcado por el aprendizaje remoto prolongado. Con sus padres menos involucrados, a estos estudiantes les ha costado organizarse y estar al día con las tareas escolares, y además han tenido que combatir la soledad y el aburrimiento.

A medida que las Escuelas Públicas de Chicago (CPS) reabrían sus establecimientos, Chalkbeat Chicago hizo un seguimiento la semana pasada a estos cuatro estudiantes de cuarto grado para ver cómo se sentían con los nuevos cambios.

Zamara, 9 años
Escuela Pública A.N. Pritzker, Wicker Park

Zamara (en la foto de arriba), quien continuó aprendiendo desde su casa aun cuando las escuelas reabrieron, experimentó dificultades la primera semana de aprendizaje híbrido. Lo primero que notó cuando otros estudiantes regresaron al salón de clases fue que su maestra se veía ocupada con otras exigencias.

Al ingresar en forma remota a su clase de matemáticas y ciencias a las 9 a.m., y como ya era usual en esa primera semana, en lugar de verla, vio un mensaje en su pantalla que indicaba que la maestra estaba “fuera”. Sucedía que estaba trayendo a los estudiantes en persona al salón de clases.

“No creo que sea justo”, dijo Zamara, a quien le gusta cantar y dibujar en su tiempo libre. “Ella simplemente podría haber dicho ‘buenos días’ en la charla para que todos pudiéramos verla y quedarnos tranquilos”.

Desde fuera, el cambio pareciera pequeño. Pero para los estudiantes que han pasado el último año aprendiendo desde sus hogares, cualquier cambio en sus rutinas puede resultar estremecedor.

Los primeros días fueron de ir y venir. “Ha sido un gran desafío. La maestra está intentando ver cómo manejar las cosas en la sala de clases”, dijo su madre, Rousemary Vega, pensando en las próximas semanas. “Las clases se vieron interrumpidas varias veces porque tenían que continuamente pedirles a los estudiantes que se volvieran a poner sus mascarillas”.

El horario de clases remotas de Zamara también cambió para acomodar a los estudiantes con clases presenciales persona. Ella tomará varias semanas seguidas de clases de música para minimizar la cantidad de veces que los estudiantes con clases presenciales se mueven entre las salas. Tendrá el doble de tiempo para aprender y estudiar sola los miércoles, el día que el distrito asignó para la planificación de maestros y la limpieza profunda de las salas. Como resultado, tendrá menos tiempo para su colación, momento clave para descansar y entretenerse. Además, es todo un desafío para la estudiante sentarse frente al computador por muchas horas seguidas.

Vega, una activista en temas de educación desde hace años, está decepcionada por lo que ella percibe como una alteración en la atención a los estudiantes con clases presenciales. Destaca sobre cuántas familias de Chicago han sido puestas en segundo plano respecto de la educación de sus hijos durante la pandemia. En parte, esa fue la razón por la que la familia Vega participó en la protesta de ‘estar enfermo’ (sickout) en el primer día de aprendizaje híbrido la semana pasada.

Aun así, Vega dijo que su hija ha aprendido nuevas formas de comunicarse con sus maestros, y está más segura de hablar en clase. Para Vega y su esposo, ambos capaces de trabajar remota y parcialmente desde casa, las exigencias siguen siendo agobiantes.

A fines de esa semana, los estudiantes que estaban en el plan híbrido volvieron al aprendizaje remoto, y Zamara notó la diferencia en la atención de su maestra. “Eso se sintió mejor.”

Tennille, 10 años
Academia Escolástica Burnside, Burnside

“¡Hay parabrisas en nuestros escritorios!” Tennille exclamó, cuando se le pidió que describiera el detalle más llamativo de su regreso a la escuela. Para ella, volver a la escuela después de un año de soledad fue reconfortantemente familiar y al mismo tiempo extraño.

Estaba encantada de volver a ver a algunos compañeros de clase, pero dijo que era difícil comunicarse a veces con las mascarillas puestas y los separadores de plástico en las salas y la cafetería. “Con la mascarilla puesta, y esos divisores, es difícil oír”.

Aun así, la alegría de Tennille validaba la decisión de Tara White de enviar a sus tres hijos de vuelta a la escuela. Su decisión —sabiendo que ella estaba entre la minoría de padres en Burnside que decidieron enviar a los niños de vuelta a clases— la dejó sintiéndose como “una extraña” en grupos de la asociación de apoderados, reuniones del consejo escolar y en conversaciones con otras familias. “Escuché comentarios como: ‘Yo también estoy cansado de mis hijos, pero no voy a enviarlos a un ambiente inseguro porque estoy frustrado’”.

Brillante y buena para conversar, la estudiante de cuarto grado le hizo frente al año académicamente, pero se sentía sola. Su hermano de sexto grado, con necesidades especiales en la comunicación verbal, experimentaba revés tras revés, y su hermana de primer grado tuvo complicaciones con la fonética después de un año de kínder truncado.

Los cambios en el horario afectaron la planificación de la familia. Debido a la poca cantidad de niños que habían sido inscritos para regresar, su hermana podía volver en persona cuatro días a la semana, mientras que el horario híbrido de Tennille solo le permitía dos días de aprendizaje presencial. Eso trajo otro ajuste al horario de trabajo de White como empleada federal. “Los cambios de horario de última hora, eso es algo que CPS ha manejado de forma terrible”, aseveró White.

Pero al final de la primera semana, la emoción en la casa superó la frustración. Tennille describió la nueva realidad de su escuela: Más tiempo en la computadora de lo que había anticipado —con un maestro que tenía un espacio asignado para enseñar remotamente— y un enfoque diferente a como las clases se presentan dada la realidad del aprendizaje híbrido.  Lo más memorable hasta ahora había sido el origami enseñado a través de una combinación de videos e instrucción práctica. “Vimos cómo hacer el plegado de papel de origami en este gran monitor (de computadora), y luego tuvimos que hacerlo desde nuestros asientos”.

La semana terminó con la familia contenta por su decisión de regresar a clases, aunque White lamentó que solo 41 estudiantes se presentaron a Burnside en la primera semana (los números indicaban que serían más, aunque varias escuelas reportaron que muchos estudiantes habrían dejado sus escuelas).

“Como madre, parte de la razón para enviarla de vuelta es porque sentí que se estaba perdiendo esa interacción social, así que esperaba que hubiera más estudiantes allí”.

Pero al mismo tiempo, su hija está recibiendo más enseñanza personalizada. “Como madre, parte de la razón para enviarla de vuelta es porque sentí que se estaba perdiendo esas interacciones sociales, así que esperaba que hubiera más estudiantes allí. Antes, algunas de esas clases eran demasiado grandes. En eso estoy un poco indecisa”.

White dijo que planeaba alentar a otros padres quienes podrían estar considerando un regreso en el cuarto trimestre. “Si están pensándolo, yo les diría, anda y hazlo”.

Maya, 9 años
Academia Galileo de Matemáticas y Ciencias, Cerca del Lado Oeste

En el primer día de clases en persona, Maya se quedó en casa.

Su madre, Michelle Bautista, decidió unirse a una protesta en la que las familias mantuvieron a sus hijos en casa en el primer día de aprendizaje híbrido para estudiantes de kínder a quinto grado, con el propósito de hacer saber a los líderes del distrito de su descontento por la forma que CPS se comunicó con ellos este año (Chicago aún no ha dado a conocer las cifras de asistencia, por lo que no está claro cuántas familias participaron en la protesta).

Al día siguiente, Maya fue a la escuela, aun cuando le correspondía aprendizaje remoto, mientras que algunos de sus compañeros regresaron a las clases de forma presencial. En la casa de Bautista, el inicio del día escolar comienza con el sonido de una campana, que realmente es una alarma del celular, que le da a Maya y a su hermano en kínder cinco minutos para prepararse, sentarse en sus asientos y empezar las clases.

Lo primero que Maya notó ese día fue cuál de sus compañeros de clase tenía su cámara encendida o apagada, y si estaban en la escuela o no. “Vi a muchos niños en la escuela con la cámara apagada”, dijo.

Maya trabaja en un escritorio en el sótano de la casa de su familia en el barrio de Tri-Taylor. Su padre, Miguel, y su hermano menor, trabajan en escritorios uno al lado del otro en el mismo sótano. Su hermano, como muchos niños de su edad, necesita ayuda para cambiar entre las lecciones individuales y grupales. Para él, fue una semana más difícil, que incluyó múltiples cambios de horario, menos tiempo en pequeños grupos y dificultad para escuchar a los maestros que daban las clases en persona.

“Era el único niño tomando las clases remotas”, dijo Bautista, agregando que la frustración de esa semana la hizo llorar. “Si estás aprendiendo a leer, necesitas escucharla [a la maestra] decir [por ejemplo] p-e-r-r-o”.

Se supone que Maya trabajaría en forma más independiente que su hermano menor. Sus padres fomentan pequeñas pausas de lectura o juego entre lecciones, un equilibrio que ha ayudado a Maya a sentirse cómoda y a entretenerse. Aun así, con los miércoles convirtiéndose en un día corto bajo el nuevo modelo de educación híbrida de Chicago, se sintió con sentimientos encontrados.

“Ya he dibujado y jugado y [si] no hay nada en la computadora me aburro”, dijo. “Si estuviese en la escuela siento que no lo estaría”.

Alexander, 9 años
Escuela Primaria Alcott, Lincoln Park

Cuando Chicago comenzó el año escolar con el aprendizaje remoto, Jessica Doll, quien trabaja en un departamento de marketing de una firma de bienes raíces, sabía que iba a ser una lucha supervisar el aprendizaje de sus dos hijos hiperactivos y el trabajo. Sacó a su hijo de prekínder de la escuela pública y lo puso en un jardín infantil de tiempo completo. Ella y su esposo hicieron todo lo posible para ayudar a su hijo Alexander, estudiante de cuarto grado, a mantenerse al día con sus tareas escolares. (Alexander es un seudónimo; Doll le pidió a Chalkbeat que usara un segundo nombre para proteger la privacidad de su hijo.)

Pero en casa, el joven se rehusó a encender la cámara para las clases remotas, y se atrasó. “Cuando tuvimos nuestra primera reunión de apoderados del año, el maestro dijo: ‘No sé ni cómo es [porque no lo he visto]’. Eso fue difícil de escuchar”, recuerda Doll.

Meses más tarde, se sintió segura de enviar a Alexander de vuelta a la escuela cuando los establecimientos reabrieron. Pero tenía dudas: ¿Cómo sería la ansiedad del primer día de escuela en marzo? ¿Podría realmente tener la mascarilla puesta todo el día? ¿Podría pasar gran parte de su día sentado frente a una computadora en su sala de clases?

Alexander fue asignado a ir a clases en persona los jueves y viernes, lo que significa que los primeros tres días de la semana se quedaría en casa. El primer día de clases presenciales, Doll lo esperó en el lugar de recogida de la escuela. ¿Cómo habría sido su día? ¿Habría valido la pena?

“Mi hijo salió y…”, dijo la madre tomando un respiro, “honestamente, no lo había visto así de feliz hace mucho tiempo”.

¿Cuál fue la mejor parte? Hacer carrera con sus amigos el primer día y jugar fútbol en el segundo. ¿Qué fue lo más extraño? Los escritorios tan separados, había respondido su hijo. En cuanto a las preocupaciones de su madre sobre el tiempo de pantalla en la sala —sí, aún sigue siendo mucho tiempo en el Chromebook, pero él dice que es mejor que hacer las guías de trabajo. “Solíamos tener que hacerlo en papel; ahora no tienes que hacerlo”, agregó.

La transición ha llegado con un ajuste inesperado: El cambio emocional entre los días de aprendizaje remoto y las clases en persona. Después de haber experimentado la emoción de estar en escuela, volver al aprendizaje remoto al comienzo de la semana es difícil. “Se siente difícil concentrarse”, dijo Alexander. “En la escuela te sientes más cómodo porque otros estudiantes están trabajando a tu lado”.

Traducido por Marcela Cartagena

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